La Economía
Postkeynesiana es una de las numerosas escuelas de pensamiento heterodoxo que
se oponen netamente a la Economía Neoclásica dominante.
El término
postkeynesiano fue utilizado por primera vez para referirse a una escuela
distinta de pensamiento económico por Eichner y Kregel en los años 70. Antes de 1975 se dirigía a cualquier
desarrollo realizado desde 1936 a la luz de la Teoría General de Keynes,
principalmente a la síntesis neoclásica que a través de variantes varias del
modelo IS-LM neutralizó la revolución keynesiana encadenándola al equilibrio
general. Los economistas postkeynesianos, a pesar de distar de ser un cuerpo
homogéneo, pues existe cierta hostilidad entre ellos en torno a determinadas
cuestiones, comparten la opinión de que la teoría de Keynes está seriamente
tergiversada por las corrientes keynesianas que se encuadran dentro de la
Economía Neoclásica; sin embargo, en los planteamientos de esta escuela hay
mucho más que un desarrollo de las ideas del economista inglés. Así, pueden señalarse
tres vertientes postkeynesianas: Keynesiana fundamentalista, Kaleckiana e Institucionalista. Incluso podría añadirse una cuarta, que desciende del
célebre economista italiano Piero Sraffa, y que tiene su continuidad en notables
economistas como Luigi Pasinetti.
Los
elementos principales de la Economía Postkeynesiana son: i) la incertidumbre
fundamental, que tiene importantes implicaciones en el concepto de homo económicus y en las expectativas del individuo; ii) el conflicto distributivo
entre las clases sociales con desigual propensión marginal a consumir; iii) la
demanda efectiva, donde la inversión precede al ahorro y lo determina a través
del multiplicador; iv) el desempleo involuntario con una reducción de la
demanda efectiva y de los precios abriendo la posibilidad a una espiral de
deuda-deflación; y v) dinero endógeno y unos mercados financieros proclives a
la inestabilidad.
Las
teorías macroeconómicas que se deducen de las hipótesis más realistas gracias a
estos elementos tienen como consecuencia la adopción de unas políticas
económicas radicalmente diferentes a la que se inspiran desde los postulados
neoclásicos habituales: un crecimiento de la demanda no coincide necesariamente
con un aumento de precios; el aumento del salario mínimo o del salario real no
provoca el aumento del desempleo, así como tampoco el descenso de la tasa de
beneficio de las empresas; el descenso de los índices de ahorro no desencadena
la caída de la inversión, la ralentización del crecimiento o el incremento de
las tasas de interés; la flexibilidad de los precios no conduce necesariamente
a la economía hacia un equilibrio óptimo, etc.